La Integridad en el Liderazgo
Una de las características indispensables y no negociables de los líderes del siglo 21 es la integridad. Ser íntegro significa ser entero. Ser íntegro equivale a ser coherente y congruente. Tenemos integridad cuando existe en nuestras vidas una equivalencia entre lo que decimos y lo que somos; entre lo que creemos y practicamos, y entre lo que predicamos y lo que vivimos.
Las personas van a olvidar la mayoría de las cosas que decimos, pero van a recordar cómo vivimos. Nuestra vida es el mensaje que recibirán. Y más allá de nuestros éxitos, resultados y números, lo que más valorarán de nosotros es nuestra integridad, nuestro carácter y nuestra honestidad en el trato con ellos. Nuestro carácter o sea lo que somos, es la herramienta más grande que tenemos de liderazgo.
Ser íntegro no significa ser perfecto. Sino afrontar nuestros errores con humildad y procurar hacer lo mejor que podemos con ellos. La integridad siempre nos llevará a un crecimiento y a un mejor liderazgo.
Lo opuesto a la integridad es la corrupción. Cuando las personas se desintegran y son una cosa en público y otra en privado. Y unos de los problemas más graves que tenemos en muchos de nuestros líderes es la corrupción y esto ha llevado a una gran pérdida de confianza en su liderazgo.
La corrupción ocurre cuando un líder utiliza su posición y poder para su propio beneficio en lugar de ser un líder que sirve a los intereses de su gente. La corrupción busca su propia ganancia, su propia tajada, en vez de pensar en la responsabilidad de hacer ganar a los demás y cumplir así la función por la cual fue puesto en esa posición de poder.