El compromiso tiene que ver con la entrega, con no darnos a medias, sino tener puesta la camiseta en nuestra responsabilidad y en lo que tenemos que hacer. Muchas personas que han tenido éxito en sus profesiones, han definido el éxito como 10% de inteligencia y 90% de transpiración. Los buenos líderes están comprometidos con una causa que beneficia a los demás. Hoy en día hay tanta necesidad y tantos problemas, que necesitamos líderes comprometidos que traigan soluciones y oportunidades.
La apatía y la indiferencia son dos pecados que la gente no les perdonará a sus líderes. Es necesario líderes que se interesen y se involucren con las personas y con sus problemas. Que demuestren un compromiso sincero, y que den de su tiempo, dinero y talentos para ayudar a traer soluciones a los problemas de este tiempo. Esta es una queja grande de parte de los líderes de que falta compromiso en la gente. Lamentablemente esto es una realidad, las personas muchas veces no están comprometidas en sus actividades. Y una de las razones es que lo que hacen no les entusiasma. Les falta pasión, visión y un sentido de llamado.
Lamentablemente encuestas muestran que son más las personas que desempeñan tareas que no les gusta, que las personas que hacen aquellas cosas por las cuales tienen pasión. Si vamos a desarrollar nuestro liderazgo y potencial, debemos procurar trabajar en aquellas cosas que nos apasionan y que tenemos dones para llevarlas a cabo. Todo el mundo es bueno en algo. Debemos identificarlo y trabajarlo al máximo. Nuestro compromiso siempre será mayor en aquellas cosas en las cuales tenemos dones y nos apasionan. Aquí opera aquella frase motivacional que dice: “Haz lo que amas y ama lo que haces”. Si el dinero no fuera un impedimento, si tuvieras la posibilidad de elegir tu actividad, que harías? Es respondiendo esta pregunta que nos acerca a identificar aquellas actividades nos comprometeremos más y nos ayudarán a desarrollar todo nuestro potencial.
Estos tiempos demandan que los líderes sean competentes. Se requiere líderes preparados y no improvisados, que sean efectivos al conocer sus fortalezas y trabajarlas. No solo son necesarias la integridad y el carácter, también es necesario que haya líderes efectivos y competentes, que hagan bien su trabajo. Aquí nuevamente es clave la preparación, la educación y la formación continua y permanente, frente a un mundo que demanda que estemos actualizados y preparados. Los líderes deben apuntar a la excelencia en todo lo que hacen, y para eso es necesario que sean competentes y estén bien preparados para vivir en este tiempo.
Necesitamos especializarnos en algo, y trabajarlo a profundidad. Si desarrollamos la disciplina de trabajar 1 hora en cualquier temática, al cabo de 3 años vamos a ser expertos en esa materia.
El carácter y la integridad es lo primero, pero también es necesario la idoneidad y la capacidad. Necesitamos continuar formándonos y formar a otros. El mundo del siglo 21 necesita líderes íntegros, pero también necesita líderes competentes. Es tanto lo que la ciencia, la tecnología y el conocimiento crece, que los líderes debemos estar continuamente actualizados e informados. Debemos prepararnos academicamente, pero también debemos estar bien cimentados en las valores y principios que permanecen vigentes a pesar de los cambios. Esto tiene que ver con una preparación no solo intelectual, sino con una preparación emocional e espiritual.
El mundo empresarial hoy en día no solo habla del coeficiente intelectual de una persona, también está muy de moda hablar de la inteligencia emocional, de cómo maneja y gestiona sus emociones. Pero aún más importante es su inteligencia espiritual que tiene que ver establecer un propósito y dejar un legado a través de la labor que desempeña.
Si queremos estar a la altura de los desafíos del siglo 21, enfatizo nuevamente, seamos líderes preparados y no improvisados!!!!
Una de las características indispensables y no negociables de los líderes del siglo 21 es la integridad. Ser íntegro significa ser entero. Ser íntegro equivale a ser coherente y congruente. Tenemos integridad cuando existe en nuestras vidas una equivalencia entre lo que decimos y lo que somos; entre lo que creemos y practicamos, y entre lo que predicamos y lo que vivimos.
Las personas van a olvidar la mayoría de las cosas que decimos, pero van a recordar cómo vivimos. Nuestra vida es el mensaje que recibirán. Y más allá de nuestros éxitos, resultados y números, lo que más valorarán de nosotros es nuestra integridad, nuestro carácter y nuestra honestidad en el trato con ellos. Nuestro carácter o sea lo que somos, es la herramienta más grande que tenemos de liderazgo.
Ser íntegro no significa ser perfecto. Sino afrontar nuestros errores con humildad y procurar hacer lo mejor que podemos con ellos. La integridad siempre nos llevará a un crecimiento y a un mejor liderazgo.
Lo opuesto a la integridad es la corrupción. Cuando las personas se desintegran y son una cosa en público y otra en privado. Y unos de los problemas más graves que tenemos en muchos de nuestros líderes es la corrupción y esto ha llevado a una gran pérdida de confianza en su liderazgo.
La corrupción ocurre cuando un líder utiliza su posición y poder para su propio beneficio en lugar de ser un líder que sirve a los intereses de su gente. La corrupción busca su propia ganancia, su propia tajada, en vez de pensar en la responsabilidad de hacer ganar a los demás y cumplir así la función por la cual fue puesto en esa posición de poder.















